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foto3Pero el viajero que se adentre, observando y rodeando este vertical espacio, con certeza habrá de encontrar igualmente ¡as huellas físicas y yacientes de !as hojas caídas. Presencias planas, apoyadas en el lecho del suelo, o en la cabecera de roca de las paredes, que despliegan un geométrico dibujo de triángulos, como si un dios ocioso y lúdico hubiera decidido doblar y desdoblar a su capricho una hoja de papel de madera. Estas obras - que escapan a duras penas de la tiranía bidimensional del piano, intentando emprender un aventurero viaje hacia los inflados reinos del volumen- ofrecen un equilibrado contrapunto a los otros habitantes del País de las Tres Dimensiones. Welcome to Esculturalandia.

 

Un País-Bosque en el que, digámoslo ya de una vez por todas, la madera resulta ser uno de sus materiales más recurrentes, más utilizados- La noble y milenaria genealogía de la madera, fauna predilecta del imperio de la flora, que aposta una música ancestral y olorosa (con el perfume de la sabia savia); un sonido de evocadoras palabras (iroco, roble.-); un intercambio de frases leñosas y dorofílicas, con las que se construye el plausible diálogo arbóreo del bosque... con el propio bosque.

 

foto4No puedo dejar de pensar ahora en estas pasionales palabras de Antonio Gamoneda : '''Amo la madera, Recordadme perdido entre las hayas y el éxtasis gozoso que su inmovilidad alcanzaba a crear en mí; recordad la revelación de la pobreza en las huellas que, sobre la taja, dejaron !as manos amadas (...) Pasión de la madera. Acude a la vida y a la muerte y ella misma vive y tiene un destino mortal. Lo he dicho ya pero lo repetiré: se hace sentir como si fuera una materia sagrada; las más -muchas más- de las veces, Dios ha sido de madera, se ha hecho verdad sensible en la madera. ¿Por qué?..." ¿Y por qué no?

 

foto5Pero como no sólo de pan de madera vive el hombre escultor, podemos encontrar(nos) también en este viaje imaginario que hemos emprendido por la húmeda umbría de un bosque imaginado, con la presencia, tal vez inesperada, de una serie de obras que tienen al metal --aluminio y latón- como la materia de sus propios sueños. Un material que, sin embargo, se adecua perfectamente al cuerpo vegetal del bosque. Así, las laminadas formas metálicas -formas que responden claramente a la ordenación ortogonal y rectilínea de Madame Geometría- con las que nos damos de bruces y de luces en esta curiosa promenade, bien podrían ser cristales de rocío congelado, o tal vez rectángulos especulares de agua argentada y escarcha metalizada. Ciertamente, no hay selva sin agua, ni fronda sin la cristalina piel de la humedad.

 

Casi empezábamos esta ensoñada excursión-incursión hablando de sus esculturas como Si fueran dibujos en el vasto papel del espacio. Dibujos con todas las de la ley, puesto que la física y la química del dibujar constituyen la antesala en la que se gestan buena parte de lo que consideramos obras definitivas. Llamaba Quevedo al prólogo "delantal del libro", un paño de ensayos en el que se anticipan y condensan todos los posteriores desarrollos, todas las posibles narraciones, todos los futuros (perfectos e imperfectos) de ese volumen. Pues bien, yo veo los dibujos de Jorge Varas como auténticos "delantales de su escultura", bancos de pruebas y preámbulos gráficos que ya encierran y adelantan en sí mismos todos los juegos espaciales, formales y mentales de sus obras. Como un tercer brazo que conectase, en círculo y en espiral, los brazos del tronco con el adiestrado brazo del cerebro. Los tres brazos de un escultor-árbol...